Una asesoría es la mejor compañera de viaje como autónomo… ¡si eliges bien!

Es vital elegir una buena asesoría pero, como autónomo freelance, es igual de importante elegir una que te cuide, te atienda y te proteja.

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Elegir una buena asesoría es fundamental para un pequeño autónomo, ya que, aunque la facturación sea menor y no se cuente con un equipo extenso, las obligaciones legales y fiscales son igualmente exigentes.

No por ser freelance o estar solo o sola, puedes eludir o minimizar tus responsabilidades ante la administración. En realidad, un autónomo es una empresa en sí misma: una entidad de un solo socio o socia, y un único trabajador o trabajadora, que debe cumplir con las mismas normas que cualquier otra organización empresarial.

El autónomo: una empresa en solitario

Es común que al hablar de autónomos pensemos en el autoempleo, en personas que trabajan para sí mismas, manejando su propio negocio o servicios. Sin embargo, esta visión a veces minimiza el hecho de que, en términos legales y fiscales, un autónomo es una empresa.

No importa si se trata de una gran corporación con cientos de empleados o una persona trabajando desde su casa: ambos están sujetos a normativas similares, aunque simplificadas en el caso del autónomo.

Cumplir con las obligaciones fiscales, de seguridad social y otras exigencias impuestas por la administración es esencial para mantener la actividad de un autónomo dentro del marco legal. Aquí radica uno de los principales desafíos que enfrentan quienes trabajan por cuenta propia: la burocracia.

El autónomo debe enfrentarse a un laberinto de trámites y plazos que, aunque puedan parecer menos complejos que los de una empresa más grande, siguen siendo numerosos y detallados.

Las obligaciones del autónomo: ¿más simples, pero igual de importantes?

Ser autónomo puede dar una mayor flexibilidad en muchos aspectos, pero no exime de cumplir con las obligaciones que impone la ley. Presentar las declaraciones del IGIC (en Canarias) o el IVA (en Península), realizar los pagos trimestrales del IRPF, gestionar las cotizaciones a la Seguridad Social, cumplir con las obligaciones de prevención de riesgos laborales (en ciertos casos), sanitarios (en otros), etc… y llevar un registro contable y fiscal son algunas de las tareas que todo autónomo debe realizar de forma periódica.

A veces se tiene la percepción errónea de que, al tener una facturación más pequeña, las obligaciones son menos importantes o incluso más flexibles. ¡Nada más lejos de la realidad! Cualquier incumplimiento, por mínimo que sea, puede llevar a sanciones, multas y, en algunos casos, incluso al cierre de la actividad.

Esto es especialmente crítico para los autónomos, ya que suelen depender de su propio trabajo diario para generar ingresos. Un error en los plazos o en la presentación de documentos puede tener consecuencias significativas. Por no decir graves.

La importancia de una buena asesoría

Ante este panorama, contar con una asesoría que no solo se encargue de las gestiones, sino que también comprenda las particularidades de ser autónomo, es clave para el éxito y la tranquilidad. Da igual si tienes una pequeña tienda de bicicletas o una gran empresa de distribución de carnes, uno de los errores comunes es pensar que, por ser un pequeño autónomo, una asesoría no es necesaria, o peor aún, que no se necesita una que ofrezca el mismo nivel de atención que a una mediana o gran empresa. Nada podría ser más perjudicial.

Una buena asesoría se convierte en un aliado estratégico para el autónomo. No solo responde a sus dudas, sino que le orienta y le apoya en todo momento. Los trámites, la gestión de impuestos y la presentación de documentación son procesos que requieren un conocimiento técnico, y una asesoría con experiencia puede ofrecer ese respaldo. Además, una asesoría ayuda a evitar errores comunes que, por desconocimiento o por falta de tiempo, pueden pasarse por alto.

Sin embargo no todas son iguales ni tratan igual al pequeño autónomo. Hay asesorías que no están capacitadas (o no tienen ganas o no quieren invertir tiempo) en los pequeños freelances con facturaciones por debajo de los 30.000 o los 50.000 euros anuales. ¡Ni se molestan en atenderles! O bien les atienden pero prestando servicios deficientes. Para el autónomo es como tener que enfrentarse a una nueva administración: su asesoría; que no es que le ayude especialmente para enfrentarse a la administración real: sus obligaciones.

Ahorro de tiempo y seguridad en los plazos

Una de las principales ventajas de contar con una asesoría es el ahorro de tiempo. Los autónomos, al estar solos en su actividad, deben gestionar no solo su trabajo diario, sino también todas las obligaciones burocráticas.

Esta carga puede ser abrumadora, especialmente si se trata de alguien que está empezando o que no tiene conocimientos avanzados en temas fiscales o contables. Con una asesoría adecuada, estas gestiones se simplifican, permitiendo que el autónomo se concentre en lo que mejor sabe hacer: su trabajo.

Además, los plazos en las obligaciones fiscales y laborales son estrictos. Olvidarse de una declaración trimestral, retrasarse en un pago o presentar un documento fuera de plazo puede resultar en sanciones que podrían haberse evitado fácilmente con el apoyo de una asesoría. Tener un equipo de profesionales atentos a estas fechas clave es una forma efectiva de protegerse de problemas futuros.

Asesoría: el escudo frente a la burocracia

La burocracia administrativa es, para muchos autónomos, uno de los aspectos más frustrantes de su trabajo. Las normativas cambian, las plataformas online para la presentación de documentos pueden ser confusas, y los requisitos pueden variar según la actividad o la comunidad autónoma. En este sentido, una asesoría funciona como un muro de choque frente a esta intrincada maraña administrativa. Al estar al día con las últimas normativas, la asesoría puede adaptar las gestiones del autónomo a las nuevas exigencias, asegurando que todo se haga correctamente.

No se trata solo de cumplir con la ley, sino también de optimizar los recursos del autónomo. Una buena asesoría sabe cómo maximizar las deducciones fiscales, cómo organizar los ingresos y gastos de forma eficiente, y cómo prever posibles problemas antes de que se conviertan en sanciones.

En resumen, para un pequeño autónomo o autónoma, elegir una buena asesoría es una inversión en tranquilidad y seguridad. No importa si se tiene una facturación pequeña o si se trabaja solo o sola; las obligaciones con la administración no desaparecen, y cumplir con ellas es fundamental para el éxito del negocio.

Una asesoría competente no solo simplifica las gestiones, sino que ofrece un apoyo constante, orienta en momentos clave y actúa como un escudo frente a la compleja burocracia que caracteriza al sistema administrativo.

Y, sobre todo, además de competente, una asesoría que, como AIEM Canarias, quiera, le guste y mime a los pequeños autónomos y autónomas tanto como a las grandes cuentas.

En definitiva, un autónomo es una empresa, y como tal, debe ser tratado con la misma seriedad y profesionalismo que una mediana o gran empresa. Una buena asesoría no solo lo entiende, sino que lo aplica en cada uno de sus servicios.

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